Un recreo

- Me termino de cepillar los dientes y me voy a yoga. - dice mi mente.
Es medio tarde, así que tengo que ir con la bici.
Me termino de cepillar, me pongo perfume (no se por qué, no puedo dejar de hacerlo cada vez que salgo desde que me lo regalaron) y cuando agarro las llaves veo cuatro papelitos sobre mi mesita de luz.
- Concha, me olvidé de repetir los número de la quiniela de papá.
No hay nadie en casa, no le puedo pedir a otra persona que lo repita por mí.
- Concha concha concha concha. - digo mientras pedaleo con todo hasta Balcarce.
Llego, encadeno la bici, hago la cola, pago, desencadeno la bici y me dirijo a la clase de yoga. Tengo que atravesar la plaza.
Llego tarde ¡Llego tarde!
Hay una nena con anteojos jugando en la estatua de San Martín y me dice "¡es por allá!". Apunta con el dedo a un camino que va para la izquiera del que yo tenía que seguir; no quiero llegar tarde a yoga porque capaz que llego a la mitad de la sintonía.
¡Mierda, llego tarde!
Sigo pedaleando, como si nada, pero digo "pobre nena, no me cuesta nada jugar un rato", así que doblo bruscamente y voy por donde ella me dijo. No entiendo qué quiere que haga, así que doy una vuelta su alrededor y sigo mi camino. Ya no tengo tanto apuro, ya no estoy nervioso por llegar tarde, estoy más tranquilo. Ahora parece que todo está un poco mejor.