Lo único que dibujaba antes era eso.
Al principio era una chica con sombrero negro; no me gustó. Dibujé un chico con sombrero negro y le puse una bufanda celeste, porque hacía frío.
Después dibujé una chica con pelo revuelto y le puse una bufanda roja, porque hacía frío.
Después me empecé a deprimir. Hice un fotolog.
Después hice este blog. Tenía otro nombre. Manifiesta mucho sufrimiento, por eso me está dejando de gustar.
Tengo que encontrar la forma de sentirme mejor, de escribir lo que me hace realmente feliz.
Ayer vi este video: http://www.youtube.com/watch?v=b0j362uYnSs&list=LLRc6iR0taC7d9dpen1LDwjg&index=1&feature=plpp_video
(que nuevamente no puedo 'insertar'). No sé qué significa, la verdad, pero me dio mucha curiosidad.
Dibujé una chica con bufanda verde, era una chica que me gustaba y que nunca podría tener. A diferencia de la chica de bufanda roja y del chico de bufanda celeste, la chica de buanda verde es real: es mi amiga.
La chica y el chico es la historia que no va a existir nunca.
Después de todo esto... después de todo eso, las cosas SIGUEN IGUAL.
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2.13.2012
1.02.2012
281. Olvidar las penas
Antes, cuando me sentía mal, me imaginaba corriendo con todo. Corría reee fuerte, al estilo Forrest Gump, pero todo en la mente.
Hace uno o dos años, mi papá restauró mi bici vieja y para aprovecharla salí a pedalear un poco. Ahí me acordé de que andar en bicileta es genial.
Cuando me siento mal, ahora ya sé que lo que tengo que hacer es poner mi cuerpo en funcionamiento. Tengo que correr 20 cuadras a pique, tengo que nadar cien metros de crol a todo lo que de, tengo que andar en bicileta hasta que mis piernas ardan.
A veces querés llorar, pero hay gente cerca tuyo y no podés porque no querés que te vean.
A veces querés gritar, pero si alguien te escucha...
Si te agarra el estrés, la depresión, la ira, o el amor no correspondido, seguramente quieras pararte en el medio de la calle y gritar.
Si querés, podés ir hasta un lugar recóndito y gritar, así nadie se va a enterar. Eso es lo que todos queremos, pero es difícil porque los lugares recónditos... son recónditos. Sería genial que hubiera un lugar recóndito en cada cuadra o una simple cabina de vidrio que no deje traspasar el sonido.
Si querés, podés gritar abajo del agua. En la pileta, ponele, y nadie te va a escuchar. Esa es más fácil de lograr. Si estás solo, lo podés hacer en la bañera.
Me gusta andar en bicicleta. Puedo hablar, puedo cantar, puedo gritar y puedo decir todo lo que yo quiera, porque lo que para mí es un grito de tres minutos, para el caminante que cruzo a toda velocidad es sólo un segundo; un segundo en el que un chico andando en bici pasó por su lado gritando.
El caminante deambula pensando es sus propias cosas cuando de repente escucha una vocecita lejana que comienza a aumentar hasta que llega a su punto máximo... y luego disminuye hasta desaparecer.
Se trata de un ciclista gritón. El caminante no conoce su rostro, no tuvo tiempo de visualizarlo. El caminante no sabe por qué grita el ciclista grita. Al caminante, probablemente, le chupe un huevo saber por qué el ciclista grita.
El ciclista sigue su camino.
El ciclista desahoga sus penas de una forma sencilla e indolora.
Hace uno o dos años, mi papá restauró mi bici vieja y para aprovecharla salí a pedalear un poco. Ahí me acordé de que andar en bicileta es genial.
Cuando me siento mal, ahora ya sé que lo que tengo que hacer es poner mi cuerpo en funcionamiento. Tengo que correr 20 cuadras a pique, tengo que nadar cien metros de crol a todo lo que de, tengo que andar en bicileta hasta que mis piernas ardan.
A veces querés llorar, pero hay gente cerca tuyo y no podés porque no querés que te vean.
A veces querés gritar, pero si alguien te escucha...
Si te agarra el estrés, la depresión, la ira, o el amor no correspondido, seguramente quieras pararte en el medio de la calle y gritar.
Si querés, podés ir hasta un lugar recóndito y gritar, así nadie se va a enterar. Eso es lo que todos queremos, pero es difícil porque los lugares recónditos... son recónditos. Sería genial que hubiera un lugar recóndito en cada cuadra o una simple cabina de vidrio que no deje traspasar el sonido.
Si querés, podés gritar abajo del agua. En la pileta, ponele, y nadie te va a escuchar. Esa es más fácil de lograr. Si estás solo, lo podés hacer en la bañera.
Me gusta andar en bicicleta. Puedo hablar, puedo cantar, puedo gritar y puedo decir todo lo que yo quiera, porque lo que para mí es un grito de tres minutos, para el caminante que cruzo a toda velocidad es sólo un segundo; un segundo en el que un chico andando en bici pasó por su lado gritando.
El caminante deambula pensando es sus propias cosas cuando de repente escucha una vocecita lejana que comienza a aumentar hasta que llega a su punto máximo... y luego disminuye hasta desaparecer.
Se trata de un ciclista gritón. El caminante no conoce su rostro, no tuvo tiempo de visualizarlo. El caminante no sabe por qué grita el ciclista grita. Al caminante, probablemente, le chupe un huevo saber por qué el ciclista grita.
El ciclista sigue su camino.
El ciclista desahoga sus penas de una forma sencilla e indolora.
10.20.2011
2.14.2011
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